CAPÏTULO ANTERIOR
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La cuasi/demente en El Portil, la noche del ritual Dragoniano |
Así que una parte mía, supongo que la sanita, la del instinto de supervivencia, esa a la que no se le cae una letra de la pluma me decía que no me convenía involucrarme con ella, si lo que quería era continuar con una vida más o menos intranquila pero conocida, claro, más la otra, la parte curiosa, la que gusta de meterse en líos, la impulsiva, la que se tienta con los persona/jes tridimensionales cuando se los cruza, esa que no puede resistirse a vivir/escribir cuando ve que en la pileta hay agua, la Marina cuasi demente del sinsentido común, esa pelotuda parte me pedía a gritos que fuera por más:
Golpeé la puerta vecina y como nadie atendía golpeé la del apartamento de al lado. Ella volvió a gritar algo, creo que mi amor de nuevo, y si no fue mi amor fue Marina. Regresé sobre mis pasos hasta la puerta y me asomé, seguía ahí, arrodillada sobre las mantas de Shiatsu, con todo lo que tenía dentro de su mochila desparramado, se la veía ahora muy angustiada, no tengo mi carné, lamentaba, parecía una nena desprotegida, asustada, pidiendo ayuda desesperadamente. Alguien de basta experiencia en estos asuntos me dijo luego que posiblemente no había fumado sólo marihuana, en un momento se había ido al váter, recordé entonces, me pidió permiso y fue, todavía no había entrado en este estado de paranoia esquizoide, tenía sus bellos ojitos brillosos pero podíamos conversar y cantar, no sé exactamente cuánto había demorado porque yo también había recibido el “humo colateral” de los cigarritos, así que no confío en mi percepción del paso del tiempo en aquella escena pintoresca.
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No sabía si dejarme llevar por la misericordia que sentía y acercarme a ayudarla a buscar su carné o si estaba haciéndome una escena, para ganar tiempo, para no irse, o no sé para qué, a esa altura ya no entendía más nada. Me sentí una imbécil, una fuera de training en estos asuntos psicodélicos, volví a dudar de mis sentidos, posiblemente estaba exagerando, yo, ella debía estar habituada a estos asuntos, esto sería moneda corriente cuando uno fuma un poco como demasiao y yo tendría que saber que no hay nada que temer. Pero la verdad es que seguía temiendo. No me atreví a acercarme, en un momento metió su mano en la mochila y ahí la dejó, me hablaba desde ahí, dijo lo de la policía, que iba a llamar a la policía para que la viniera a buscar. Portar marihuana es ilegal en España, creo, con el frasco que había traído terminábamos las dos con Toledo en el talego. No entendía a dónde carajo pretendía llegar, si es que algo pretendía y no era todo producto de las sustancias que había fumado, y posiblemente tomado. Entonces alguien abrió atrás mío la puerta de su apartamento, un vecino en calzones.
(Sigue)
Continuará...
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