sábado, 10 de agosto de 2019

Capítulo 483 "Víctima eterna"

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Dejé de leer el whatsapp porque empezaba a nublárseme la cabeza, se me estaba incapacitando la capacidad de razonar, valga la redundincia. Temblaba como una hoja. Las piernas duras. El aire que no entraba. La Vieja ya salía con su andador hacia el pasillo, ansiosa por ir a por su café con leche con medialunas. Salí atrás de ella. Volví dos veces a la habitación. Por el atolondre y la confusión que sentía me olvidé primero el morral. Luego, ya llegando al ascensor, me di cuenta de que había dejado el móvil sobre la mesa del desayuno, deseo inconsciente de no saber de la Gallega nunca más, o al menos por ese rato. Que se volviera a su casa, deseaba, panicosa; que llamara a alguna otra amiga de esas que se había hecho durante este corto tiempo que llevaba en Argentina, el país de los locos; que alguien más la socorriera o le tuviera la vela, yo no podía, no tenía con qué, no me restaba energía para aguantar semejantes torturas psicológicas que esa noche iban a ir demasiado lejos. Todavía no lo sabía conscientemente, pero por algo mi cuerpo pedía a gritos que huyera por mi vida. Sentía miedo también a que le pasara algo, la había dejado sentada en medio de la vereda, enajenada, llorante e iracunda. Y lo que me había escrito por whatsapp daba cuenta del estado orate en el que se encontraba.

Víctima eterna
La escena que había montado era claramente para que yo no la dejara, para que le pusiera atención, pero yo me había ido casi sin decir nada. ¿Y si se autoflagelaba para después echarme la culpa? La Vieja protestó porque al momento en que me fui a buscar el móvil el ascensor había venido y se había vuelto a ir. ¡Con lo que tarda y vos te vas!, me reprochó. Me sentí el peor bicho del universo. Por pensar en que la Gallega podía llegar a hacerse algo para culparme. ¿Cómo podía ocurrírseme eso? Claramente la insana era yo. Y encima meterme en estos bretes con la Vieja convaleciente, poner en riesgo la salud de mi Mare por una mujer que conocía hacía nada. Sos el asco, Marina, ¡el asco! Y lo que hacían Rocío y mi Mare era simplemente ponerlo en evidencia. Yo era egoísta, pensaba solamente en mi.

Bajamos en silencio. La Vieja con una cara de culo que daba miedo. Estaba gris. Su cara. Sentí otra vez esa contradicción que tan mal me hacía sentir, por un lado el deseo de que se fuera de una vez y para siempre, que me dejara vivir mi vida en paz que ya bastante me la había hecho padecer; y por otro lado el dolor, la angustia de quedarme sola en este mundo de seres horribles sin empatía. El ascensor en lugar de ir para abajo enfiló para los pisos de arriba. Subió una monja. Mi mamá, que cree en dios porque quizá si existe y entonces le da una mano, sonrió de oreja a oreja. La monja devolvió la sonrisa hipócrita. Finalmente llegamos a la planta baja. Salimos por la puerta principal, yo cargando el andador con un brazo, a mi Mare con el otro, y la sensación de desmayo inminente. Sentía las mejillas frías. El teléfono me seguía vibrando en el morral. Qué paradoja, pensé, tener miedo de que se muera mi Mare, de quedarme sola en este mundo apático e insensible cuando ella es la apatía en persona. Entonces me miró, mi Mare, me sonrió con sonrisa de madre y arrancó para el bar, a paso lento. (Sigue)

Continuará….



sábado, 3 de agosto de 2019

Capítulo 482 "Contacto cero"

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¿Y la chica?, volvió a preguntar mi Mare, que estaba ansiosa por recibir visita, por tener público que le pusiera atención. Sólo así se queda tranquila, cuando tiene público atento a ella y solamente a ella. Claro, la tipa no se aguanta a nadie, no riega las plantitas de las amistades, le encuentra el pelo a cada una de ellas, entonces pretende vivir de las mías, que también escasean, por la misma razón, bueno, no, saquemos lo del pelo, pero riego sólo mis helechos. Y en eso acertaba Rocío, posiblemente me quedara sola bastante cuando mis padres se fueran de este mundo, sí, pero en lo que no acertaba era en que no sabía vincularme. Me vinculo, con poca gente, es cierto, pero me vinculo al fin. ¡Eso demuestra que está dentro de mi capacidad! (¡¿O no?!) Aunque ella insistiera con que yo era un témpano insensible y manipulador y egoísta en ese mismo momento por mensaje del whatsapp.

¿No viene?, insistió mi otra psicópata preferida, esa de la que no me puedo desligar ni aunque le rece a María Marta Serra Lima. Me miraba inquisitiva ya parada y con el andador presto para salir de gira hasta el bar de la esquina. ¡Estoy harta de estar acá encerrada!, agregó. La miré. Por momentos me daban ganas de matarla, de gritarle a los cuatro vientos su problema de salud y enterarla de que si yo no hacía todo lo que estaba haciendo posiblemente le quedara más bien poco. ¡Mejor!, podría haberme respondido, era capaz, y yo la hubiera dejado sola como supe hacer una vez en la adolescencia cuando se rompió una pata y me trató de igual manera. Sola en medio del hospital. Se las arregló lo mismo. Después tuve que aguantarme encima el sermón de una amiga de ella que, obviamente, no vivía con mi Mare y desconocía su (des)trato para conmigo. Así cualquiera.

Tampoco podía relatarle lo que acababa de pasar, la escena que había montado la gallega por el asunto de los cigarrillos. No respondí enseguida. Respiraba sin dejar bajar el aire pero no me daba cuenta, signo de ataque de pánico, o casi, empezaban a dolerme los omóplatos. Está acá a la vuelta comprando en el quiosco y no quise que te quedaras tanto sola, contesté finalmente, sin pensar.

Así que como no me dejaba querer, al menos como Rocío pretendía, merecía yo que se me dijera de todo. Porque cada mensaje que leía era peor, de una agresividad inusitada. Claramente lo que le molestaba no era que no me dejara querer, no, era otra cosa. No la enfurecía que no supiera vincularme y mi solitario destino por ella vaticinado. El problema era otro, pero no entendía yo qué cuernos era lo que le molestaba de mi. Qué había hecho para que de pronto se pusiera así, al punto de tratarme de la forma en que me estaba tratando. ¡Me estaba aniquilando! A veces me daba la sensación de que fabricaba mis emociones para usarlas luego en mi contra. Recordé su expresión de hacía sólo un momento, sentada en la vereda, me pareció verle la cara al mal. (Sigue)

Continuará...



viernes, 30 de noviembre de 2018

Capítulo 398 "¿Y?

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Bueno. Yo corto. Lo más que puedo corto, con toda la contradicción encima, porque un poco se merece que la escrache, que se entere el mundo de las mierdas que se manda cuando fuma, pero no, por ahora escribo de incógnito, ya lo decidí, creo, por ahora, no me voy a exponer más al displacer, eso es a lo que me expongo, con lo que me engancho, con el displacer. ¡No es adrenalina lo que buscas, Marina!, insistió el Psicólogo, ni acción para tu relato, buscas el displacer, sentirte mal, no hace falta sentirse mal para escribir. (¿Ah, no?). El lío bárbaro, le espeté desde mi cómodo diván, es que así no me lee ella, la Escohotadiana, pero tampoco lo hacen los treinta gatos locos que me leían, ¡cuatro años para enganchar a treinta gatos locos!, y ahora he desconcertado a todo el mundo con este desvío, entran al otro blog y no hay entrada nueva… ¿Cómo avisarles si no sé ni quienes son? En fin... estoy condenada al fracaso eterno, como escribiente y como viviente, que me parió...

¡¡Necesito hablar con mi muso/padre!!
Finalmente, aunque indignada y descorazonada, comprendí que tenía razón el Lacaniano, la malagueña realmente cree que la agredí, realmente me hizo pasar un momento de mierda, ahora me amenaza por Facebook y se lo megustean ocho mil personas, todos admiradores de su padre poeta, porque el padre se ve que era bastante conocido en el mundo, entonces la siguen a la piba esta, que es la hija del poeta, y como buena “hija de” tiene todos los síntomas de ello, peor que neurótica, no puede verse a sí misma, rencorosa, porque no la megustean a ella, megustean su vínculo de sangre, accidental por cierto, con el talentoso de su padre. Me bloqueó de todos lados pero evidentemente me sigue leyendo, y si no está del todo bien del bocho… Mi madre es una simuladora de locura pero esta chica no simula nada, y si no está bien… puede poner en su face mi foto, mi blog, mi nombre, decir que soy una maltratadora, y su séquito de ciegos seguidores le creerá. ¿Y?, pregunta mi sinsentido común, mi parte demente/insistente. ¡Que si la tipa lee esto mismo, esto mismísimo que estoy escribiendo ahora quizá toma la idea y lo hace! ¡Me pone en su Facebook! ¡O se enerva y me denuncia a delitos informáticos, como bien me escribió por whatsapp! ¡Estoy usando capturas de pantalla de su mensaje de whatsapp! ¡De sus publicaciones/amenazas del Facebook! ¡¡Le subiría la bilirrubina mucho y jodido si lo pongo en el otro blog y lo lee!! (Pausa larga) ¿Y? (Sigue)

Continuará...




jueves, 29 de noviembre de 2018

Capítulo 397 "De incógnito"

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Pero nada. Acá estamos ahora, escribiendo de incógnito, tuve que crearme un nuevo blog para que ella no lea, El blog Quinteriano, para no caldearle más los ánimos a la Escohotadiana, que se le habían caldeado bastante, porque el psicólogo me dijo que era una mina jodida, que me cuidara, y sé que lo lee al blog porque ayer le miré el face para ver cómo andaba la cosa y había puesto una foto/amenaza sobre delitos informáticos, decía lo que dice la foto del costadito, la puso ella, la maltratadora piscológica a denunciar vendría a ser yo, que sigo escribiendo “la ficción” sobre ella, ahora sin fotos, pero sigo escribiendo, me obligó a sacarlas, aunque me inspiraban porque se la veía muy singular en ellas, y además las había pixelado bastante. Bueno, me las hizo sacar igual. Y es claro que a la chica el arte le importa un bledo y medio, aunque ponga cartelitos vanagloriando la locura del artista, la insurgencia del mismo, la inadaptación, que salva el mundo. La cosa es que le mostré al psicólogo el último mensaje que me mandó y se alarmó bastante, me aconsejó que me cuidara porque parece que la piba realmente cree que fue maltratada, eso no es neurosis, Marina, es algo más severo, no es joda, repitió, no dijo “no es joda” pero algo por el estilo, con cara seria.

A los cartelitos que pone se los megustea todo el mundo, bueno, todo el mundo no, sus faceamigos, porque no saben quién es en realidad, ella, ella creo que tampoco sabe, piensa que es la Mandela de la película y yo soy la Donald Trump, la loca, la maltratadora, la perversa, la psicótica, de eso debe tener miedo, de que se enteren de quien es en realidad. Yo me lo imaginé, que me leía, que se había obsesionado ella más que yo, que me miraba el Facebook todo el tiempo, porque no trabaja, me había dicho primero que estaba de paso por Andalucía, que ahora vivía más al norte y que se iba el miércoles, que después fue viernes, que después fue el jueves siguiente… Supuestamente tenía que irse para trabajar en un documental, porque supuestamente eso era lo que hacía, edición y filmación, fue nuestra excusa para vernos, yo la iba a ayudar con el guión de su corto sobre deportes extremos. Pero al final nunca se fue y por eso pudimos vernos en mi departamento, fue mala mía, me lamenté en la sesión de anteayer, pero Psicólogo me defendió, cosa que no hago muy seguido, sino atacarme. No podrías haberlo previsto, Marina, estos tipos (de patología) son así, aunque no está bien que diagnostique a alguien sin haberle visto, claro, pero cuídate, corta ya con esto. YA. (Sigue)

Continuará...



miércoles, 28 de noviembre de 2018

Capítulo 396 "Como una libélula"

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"Una ficción"
Así que la conocí en un sitio de citas, sí, os he mentido, A TODOS, descaradamente, hete acá Marina, la mitómana. Y no me vas a decir que vos no mentís nunca porque ahí ya me estarías mintiendo. ¿Está muy tapado el inodoro, Ana? ¿Cómo es que sabés vos de destapar inodoros? Tan pulcra y rubia y bonita que se te ve. Escuchame, fue el Gordo, morfó más de lo que debía. Todos, mujer, todos escondemos alguna miseria, si no, no seríamos humanos, las miserias nos hacen humanos, contradictorios e interesantes. ¿O no? Yo intentaba olvidarme de Ella, de la Gitana, consejo de Antonio Gala, pero no podía lograrlo, dolía y no me acostumbraba, miraba todos los días, a cada rato el whatsapp, a ver si se había conectado, a ver si había cambiado la foto, a ver si estaba en ese momento en línea, a ver si alguna vez lograba mirar y que ya no me importara. No tenía gran cantidad de pacientes así que mucho tiempo para pensar, para pensarla. Por otra parte Antonio estaba delicao u ocupao o harto ya de verme así que no podía refugiarme de nuevo en La Baltasara. ¡Que pa tanto no!

Afuera había un solazo padre y yo sola. Encerrada. Embolada. Embotada. Emputecida y dolida. Ahí fue que pequé. ¿Por qué no?, me dije, necesito humanos normales que me capturen la atención, que me saquen del pozo, ya que no puedo sacarme yo, y me armé una cuenta en el Tinder. Elegí dos o tres fotos más o menos pasables y allá fui, atravesando todo tipo de prejuicios. Pasé dos o tres días que no me animaba a poner nada a nadie, porque había seleccionado SÓLO MUJERES. Había oficialmente, o casi, aceptado mi nueva condición de género degenerado, a ver qué sentía, a ver a dónde terminábamos. Miraba y miraba chicas, algunas me gustaban, otras no, hasta que vi su foto, sentada en un silloncito, con el perro a su lado, se la veía tan tranquila, transmitía esa energía que me atrajo al comienzo, cuando nos fuimos a comer después de la conferencia de Escohotado; las apariencias engañan, y las energías también.


Junté coraje y le puse un corazón. ZAC. Con toda la vergüenza del mundo. ¡Mirate haciendo semejante cosa, Marina! Y pasados tres o cuatro minutos me salió un enorme cartel: ¡Match! Casi me muero. Eso significaba que ella también me había corazoneado, ya no había vuelta atrás. Entonces me aterré, cerré todo al carajo y me fui a hacer otra cosa, no recuerdo qué, posiblemente me refugié en algún libro. Pero al otro día enfrenté, como suelo. Abrí la aplicación y ella, más valiente que yo, había puesto: Hola. Así empezamos a charlar hasta que nos pasamos los teléfonos. Y nos íbamos a ver ese viernes pero me enteré de la conferencia del Gurú, entonces le conté, como para cambiar la cita de día, pero me sorprendió, se vino conmigo a verlo al Gurú, rauda y veloz, festejando el imprevisto. ¿Cómo no me iba a enganchar si se adaptaba de lo más tranquila “a lo que venga”, libre y frugal, como una libélula? Pero… (Sigue)

Continuará...


Capítulo 395 "La Guardia del Fuego"

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Y jamás pensé que un vecino en calzones podía llegar a ser querido por mí tanto como lo fue este. Creo que la felicidad igualó a aquél día, cuando terminamos trabajando con Jesús, caminando en silencio bajo la lluvia, compartiendo entrevistas, confesiones y tortitas en el bar de la calle Conteros. Lo extraño al Perro Andalú, casi pongo “mí Perro Andalú”, pero sé que no lo es, ni mío ni de nadie, lo extraño y también lo sigo detestando, un poco, un poco como demasiao, porque claramente es el dueño de Su Corazón Gitano. Me mandó hace pocos días la foto de Él en la fundación de Antonio, por eso sé que siguen juntos, Ella y Él... No sé para qué, en lugar de preguntarme algo, de contarme sobre Ella me manda la foto del Otro, del Onubense Chiflado. Antonio fue el gran ausente, no quiso ni asomar la nariz a su propio homenaje, la semana de Antonio Gala, le pusieron al evento, por eso es el Muso de Brazatortas, por eso lo quiero tanto, váyanse con sus alabanzas a otra parte, y déjenme seguir con mi vida en paz. (Olé).

Muso de Brazatortas y alumno.
Escuché el pestillo de la puerta y acto seguido la puerta abriéndose. Estaba en remera y calzones, el vecino, tenía el pelo despatarrado, panza incipiente, el sonido de la tele llegaba desde el interior del departamento, le había interrumpido una noche plácida de película. Marina y su película interrumpían la otra, la de Filmin. Corrí a él como si fuera mi ángel de la guarda, el libertador general San Martín, Ulises Butron y La Guardia del Fuego, con el alivio en el pecho galopante. Pasé directamente y le mostré mi teléfono, la foto de ella con el frasco gigante lleno de marijuana, los cigarritos armados a su lado, ella con uno en la mano, terminándolo artesanalmente, la Escohotadiana, no se dio cuenta de que se la saqué, tanto amor que le ponía a la tarea del armado porril. Le mostré la foto al tipo y trataba de explicarle, pero me trastabillaba, por lo nerviosa que estaba, no daba pie con pelota. 


Él entrecerró la puerta y miró el teléfono, ¿quién es este muchacho?, preguntó, mientras trataba de calmarme, de entender qué carajo me pasaba, porque es cierto, ella en la foto parece él, no me había dado cuenta hasta entonces. Sentí que me bajaba la presión, que se me ponía la cara fría y supongo que blanca también. Como pude le expliqué que la de la foto era ella y estaba en mi departamento, que había fumado mucho y se había puesto rara, como paranoica, y que no quería irse, que la conocía hace nada, a la chica, le confesé que la había conocido por internet, en un sitio de citas, no en la conferencia de Escohotado, tan asustada estaba que no me quedó otra, le dije la verdad, y que me echaran, que me echaran al carajo del departamento pero en ese momento no me salió otra cosa. (Sigue)

Continuará...

domingo, 25 de noviembre de 2018

Capítulo 394 "En calzones"

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La cuasi/demente en El Portil, la noche del ritual Dragoniano
Así que una parte mía, supongo que la sanita, la del instinto de supervivencia, esa a la que no se le cae una letra de la pluma me decía que no me convenía involucrarme con ella, si lo que quería era continuar con una vida más o menos intranquila pero conocida, claro, más la otra, la parte curiosa, la que gusta de meterse en líos, la impulsiva, la que se tienta con los persona/jes tridimensionales cuando se los cruza, esa que no puede resistirse a vivir/escribir cuando ve que en la pileta hay agua, la Marina cuasi demente del sinsentido común, esa pelotuda parte me pedía a gritos que fuera por más:

Golpeé la puerta vecina y como nadie atendía golpeé la del apartamento de al lado. Ella volvió a gritar algo, creo que mi amor de nuevo, y si no fue mi amor fue Marina. Regresé sobre mis pasos hasta la puerta y me asomé, seguía ahí, arrodillada sobre las mantas de Shiatsu, con todo lo que tenía dentro de su mochila desparramado, se la veía ahora muy angustiada, no tengo mi carné, lamentaba, parecía una nena desprotegida, asustada, pidiendo ayuda desesperadamente. Alguien de basta experiencia en estos asuntos me dijo luego que posiblemente no había fumado sólo marihuana, en un momento se había ido al váter, recordé entonces, me pidió permiso y fue, todavía no había entrado en este estado de paranoia esquizoide, tenía sus bellos ojitos brillosos pero podíamos conversar y cantar, no sé exactamente cuánto había demorado porque yo también había recibido el “humo colateral” de los cigarritos, así que no confío en mi percepción del paso del tiempo en aquella escena pintoresca.


No sabía si dejarme llevar por la misericordia que sentía y acercarme a ayudarla a buscar su carné o si estaba haciéndome una escena, para ganar tiempo, para no irse, o no sé para qué, a esa altura ya no entendía más nada. Me sentí una imbécil, una fuera de training en estos asuntos psicodélicos, volví a dudar de mis sentidos, posiblemente estaba exagerando, yo, ella debía estar habituada a estos asuntos, esto sería moneda corriente cuando uno fuma un poco como demasiao y yo tendría que saber que no hay nada que temer. Pero la verdad es que seguía temiendo. No me atreví a acercarme, en un momento metió su mano en la mochila y ahí la dejó, me hablaba desde ahí, dijo lo de la policía, que iba a llamar a la policía para que la viniera a buscar. Portar marihuana es ilegal en España, creo, con el frasco que había traído terminábamos las dos con Toledo en el talego. No entendía a dónde carajo pretendía llegar, si es que algo pretendía y no era todo producto de las sustancias que había fumado, y posiblemente tomado. Entonces alguien abrió atrás mío la puerta de su apartamento, un vecino en calzones. (Sigue)

Continuará...